"La acción pura, sin virutas de canchereada y sin guiños de complicidad, es prácticamente imposible. Cualquiera que lee esa oración la asocia, sin dudarlo, al cine. Ahora piensen en la acción en la historieta: pura y dura, que define no tanto una trama sino la forma en que el talento de quien dibuja puede usarla de forma leonina (es decir, como plataforma para conjugar relato y talento personal basado en la potencia visual). Eso sí es difícil.
Agustín Graham Nakamura empezó a dibujar Zero Point en 2010 y su libro acaba de ver la luz gracias a Agua Negra. Declara: “La elección temática de Zero Point fue intencional. La mejor explicación es que me dedico el 95% del tiempo a otra cosa y solo el 5% a este tipo de trabajos. Zero Point era mi momento de recreación personal. Siempre quise hacer algo que rinda homenaje a todas esas películas de acción de los ochenta y principios de los noventa”.
Graham Nakamura habla del laboratorio de Zero Point: “Venía jugando con los personajes hace años. Un día me senté y boceté una secuencia, que quedó traspapelada por mucho tiempo hasta que la encontré y la pasé en limpio. Ese fue el disparador. Es mi primer trabajo en el que se habla tanto. Esto me llevó a buscar un guionista para reforzar ese aspecto. Así es como me contacté con Diego Agrimbau, que terminó siendo una especie de consultor. La verdad es que el guión mutó cientos de veces pero la secuencia inicial quedó intacta en el libro final”. En esa secuencia puede verse el estilo de AGN: todos los caprichos del manga polarizados y con un pureza visual tremendamente cautivante. Los modos básicos del manga están tan destilados que solo queda refractarlos y así funciona Zero Point: como una amable invasión, como un tiro certero y aplicado quirúrgicamente a la historieta argentina. Las cosas han cambiado y esta novela gráfica es, en su sinceridad y no por su revolución, responsable: “La autosuficiencia del manga en la Argentina es un tema difícil. En términos de potenciales lectores, sin lugar a dudas tiene una base de fans enorme, que se engorda más por la subcultura del animé, los videogames, la música, etc. Pero lo que se le exige al autor argentino es casi absurdo: tiene que sacar de la galera algo con el mismo nivel y constancia que los japoneses. Sin una industria y un mercado como el japonés detrás es casi imposible. Creo que el prejuicio sobre el manga es algo de otra época. Es solo una opción más para el lector”.
AGN habla de Kitano, de Black Rain de Ridley Scott, de El perfecto asesino de Besson: su acción es orgullosamente superficial, como una herida amable: “En el manga se esconden cosas que forman parte de la cultura japonesa. Y si hay algo en lo que son maestros es en todo aquello que no se dice con palabras, lo que se sugiere, lo que el interlocutor debe interpretar”.
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